Fuente: Sinestesia Digital

Los cánceres más frecuentes en el país
Image via WikipediaConcato J, Wells CK, Horwitz RI, Penson D, Fincke G, Berlowitz DR, et al. The Effectiveness of Screening for Prostate Cancer: A Nested Case-Control Study. Arch Intern Med 2006; 166: 38-43. R TC (s) PDF (s)
Diferentes grupos de trabajo han hecho distintas recomendaciones sobre el cribado del cáncer de próstata. A pesar de que el cribado con PSA se ha mostrado eficaz para detectar tumores de próstata asintomáticos, no se ha demostrado claramente que esta detección redunde en una reducción de la mortalidad.
Estudiar si el cribado del cáncer de próstata mediante determinación del PSA con o sin tacto rectal mejora la supervivencia.
Tipo de estudio: Estudio de casos y controles
Área del estudio: Prevención
Ámbito del estudio: Comunitario
Métodos
La población de estudio estuvo formada por los pacientes varones >50 años que se visitaron entre 1989 y 1990 en cualquiera de los 10 centros del departamento de Veterans Affairs del estado de Nueva Inglaterra y que no tenían un diagnóstico de cáncer antes de 1991. Se incluyeron como casos los pacientes a los que se les diagnosticó un cáncer de próstata entre esa fecha y 1995 y que murieron antes de 2000. Para cada uno de los casos se seleccionó un control entre los pacientes que estaban vivos en la fecha de la muerte del caso hubiese sido o no diagnosticado de cáncer de próstata en ese momento ajustado por fecha de nacimiento y centro en el que se había visitado.
Un investigador que desconocía la asignación del paciente a los grupos revisaba las historias clínicas para saber si se le había hecho cribado del cáncer de próstata mediante una determinación del o tacto rectal desde 1991 hasta la fecha del diagnóstico del cáncer de próstata del caso.
La variable principal de resultado fue la muerte por cualquier causa. Como variables secundarias se utilizaron la muerte por cáncer de próstata y el cáncer de próstata progresivo.
La figura 1 muestra el flujo de los participantes en el estudio. La edad media fue de 72 años. Entre los casos se detectó un exceso de pacientes de raza negra (10,0% frente a 4,2%; P<0,001)>
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Se había llevado a cabo un cribado previo en el 14% de los casos y en el 13% de los controles. No se apreciaron diferencias estadísticamente significativas ni en la mortalidad total, ni en la mortalidad específica por cáncer de próstata ni en los análisis por subgrupos de los pacientes por edad ni en los pacientes con hipertrofia benigna de próstata (tabla 1).
OR (IC95%) | P | |
Mortalidad total | 1,08 (0,71 a 1,64) | 0,72 |
Muerte por cáncer de próstata | 1,13 (0,63 a 2,08) | 0,68 |
Los autores concluyen que los resultados de este estudio no sugieren que el cribado mediante PSA ni mediante tacto rectal reduzcan la mortalidad total ni por cáncer de próstata.
Ninguno declarado. Financiado por una beca del Department of Veterans Affairs.
El cribado del cáncer de próstata sigue siendo objeto de polémica. A pesar de que el PSA se ha mostrado eficaz para detectarlo, siguen existiendo dudas importantes sobre si este adelanto diagnóstico aporta más beneficios que riesgos. Desde que se ha extendido el cribado mediante PSA (sin que se haya llegado a la universalización del mismo), la probabilidad de que a un adulto se le diagnostique un cáncer de próstata casi se ha doblado. Por otro lado, la cirugía de próstata se acompaña de un elevado riesgo de disfunciones sexuales y de incontinencia. Valdría la pena pagar este precio si los beneficios en términos de mejoría del pronóstico estuviesen claros, pero los resultados de este trabajo arrojan más dudas sobre el tema.
En ausencia de datos inequívocos sobre la eficacia de una técnica de cribado provinientes de estudios de intervención, los estudios de casos y controles se han mostrado útiles para esclarecer la eficacia de algunas técnicas (como en el caso del Papanicolaou). Los autores de este trabajo han elegido como variable de respuesta principal la mortalidad total que parece una variable importante, que evita algunos de los sesgos inherentes a los estudios de prevención (sesgo del adelanto diagnóstico) y permite salvar el problema del posible error en la causa de muerte en el certificado de defunción. Un estudio de casos y controles publicado recientemente y que utilizaba como variable principal la presencia de metástasis por cáncer de próstata sí que encontró una asociación entre el cribado y un menor riesgo.
En 2009 está prevista la publicación de dos estudios de intervención, uno americano y otro europeo, que es probable que despejen las dudas actuales sobre la conveniencia de llevar a cabo o no el cribado.
Manuel Iglesias Rodal. Correo electrónico: mrodal@menta.net.
La revista The Lancet Neurology publicó un amplio estudio en el que se ha encontrado un aumento de la mortalidad en relación con la toma de antipsicóticos en pacientes con enfermedad de Alzheimer.
Los datos de varios estudios controlados con placebo han llevado a la preocupación acerca de una mayor mortalidad en pacientes con enfermedad de Alzheimer a los que se les han prescrito antipsicóticos. Sin embargo, tales estudios han sido de 12 semanas de duración, y no se conocían datos de mortalidad en ensayos con placebo a largo plazo.
Los participantes, 165 enfermos de Alzheimer institucionalizados, fueron asignados aleatoriamente entre octubre de 2001 y diciembre de 2004 para continuar recibiendo su tratamiento antipsicótico durante 12 meses, o para recibir placebo en su lugar. El primer dato de salida fue la mortalidad a los 12 meses, llevándose a continuación un seguimiento telefónico para establecer qué sujetos continuaban con vida 24 meses más tarde del reclutamiento del último participante (entre 24 y 54 meses de rango). Las causas de muerte fueron obtenidas de los certificados de defunción.
Se encontró una reducción de la supervivencia en los pacientes que continuaron tomando antipsicóticos en relación con los que tomaron placebo. La probabilidad acumulada de supervivencia durante los 12 primeros meses fue del 70% para los sujetos que tomaron antipsicóticos, frente al 77% para los sujetos a los que se les administró placebo en su lugar.
Las diferencias fueron más pronunciadas entre el grupo con antipsicóticos y el grupo con placebo durante los periodos de seguimiento más allá de los 12 meses, siendo muy evidentes en puntos de corte específicos: 46% frente a 71% a los 24 meses, y 30% frente a 59% a los 36 meses, respectivamente.
En base a estos resultados, los autores interpretan que:
«Existe un riesgo aumentado de mortalidad en pacientes con enfermedad de Alzheimer que están tomando medicación antipsicótica; estos resultados resaltan aún más la necesidad de buscar alternativas menos peligrosas para el tratamiento a largo plazo de los síntomas neuropsiquiátricos en estos pacientes».
Referencia bibliográfica: Clive Ballard, Maria Luisa Hanney, Megan Theodoulou, Simon Douglas, Rupert McShane, Katja Kossakowski, Randeep Gill, Edmund Juszczak, Ly-Mee Yu, Robin Jacoby, for the DART-AD investigators. The dementia antipsychotic withdrawal trial (DART-AD): long-term follow-up of a randomised placebo-controlled trial. The Lancet Neurology 2009; Digital Object Identifier (DOI):10.1016/S1474-4422(08)70295-3.
Probiotics are sometimes seen as innocent “alternative” medicines. They are heavily promoted as “healthy” products. This view may have to be changed, as the results from a surprising clinical trial in the Netherlands show. Cross posted with thanks from DRUGINFO. WB Probiotics have been extensively marketed for a number of ailments, including for use in diarrhoea, allergy prevention, eczema, and to accompany antibiotic use. In many cases there is insufficient scientific research or consensus for the claims being made. In many instances a strain has no efficacy similar to another being investigated. Dosages may be insufficient or gastic juices destroy the probiotic before it reaches its target. A UCT GIT specialist pointed out that in many cases the safety of many of these products have not been adequately tested and led me to this interesting article, also published in the Lancet, which concludes that in patients with predicted severe acute pancreatitis, use of this combination of probiotic strains did not reduce the risk of infections. Probiotic prophylaxis was associated with a more than two-fold increase in mortality and should therefore not be administered in this category of patients. Ned Tijdschr Geneeskd. 2008 Mar 22;152(12):685-96. Republished from: Lancet. 2008 Feb 23;371(9613):651-9. Probiotic prophylaxis in patients with predicted severe acute pancreatitis: a randomised, double-blind, placebo-controlled trial. [Dutch] Besselink MG, van Santvoort HC, Buskens E, Boermeester MA, van Goor H, Timmerman HM, Nieuwenhuijs VB, Bollen TL, van Ramshorst B, Witteman BJ, Rosman C, Ploeg RJ, Brink MA, Schaapherder AF, Dejong CH, Wahab PJ, van Laarhoven CJ, van der Harst E, van Eijck CH, Cuesta MA, Akkermans LM, Gooszen HG; Acute Pancreatitis Werkgroep Nederland. Collaborators (43) Afd. Heelkunde, Universitair Medisch Centrum Utrecht, Utrecht. m.besselink@umcutrecht.nl OBJECTIVE: To evaluate whether enteral prophylaxis with probiotics in patients with predicted severe acute pancreatitis prevents infectious complications. DESIGN: Multicentre, randomised, double-blind, placebo-controlled trial.
METHOD: A total of 296 patients with predicted severe acute pancreatitis (APACHE II score > or = 8, Imrie score > or = 3 or C-reactive protein concentration > 150 mg/l) were included and randomised to one of two groups. Within 72 hours after symptom onset, patients received a multispecies preparation of probiotics or placebo given twice daily via a jejunal catheter for 28 days. The primary endpoint was the occurrence of one of the following infections during admission and go-day follow-up: infected pancreatic necrosis, bacteraemia, pneumonia,urosepsis or infected ascites. Secondary endpoints were mortality and adverse reactions. The study registration number is ISRCTN38327949. RESULTS: Treatment groups were similar at baseline with regard to patient characteristics and disease severity. Infections occurred in 30% of patients in the probiotics group (46 of 152 patients) and 28% of those in the placebo group (41 of 144 patients; relative risk (RR): 1.1; 95% CI: 0.8-1.5). The mortality rate was 16% in the probiotics group (24 of 152 patients) and 6% (9 of 144 patients) in the placebo group (RR: 2.5; 95% CI: 1.2-5.3). In the probiotics group, 9 patients developed bowel ischaemia (of whom 8 patients died), compared with none in the placebo group (p = 0.004). CONCLUSION: In patients with predicted severe acute pancreatitis, use of this combination of probiotic strains did not reduce the risk of infections. Probiotic prophylaxis was associated with a more than two-fold increase in mortality and should therefore not be administered in this category of patients.
La tasa de mortalidad infantil en Argentina se incrementó en 2007 respecto del índice de 12,9 registrado en 2006 y se ubicó en 13,3 cada 1.000 nacidos vivos, a causa de enfermedades respiratorias y septicemias.
La tasa fue reportada por el ministerio de Salud en la IV Reunión Ordinaria del Consejo Federal de Salud (COFESA), realizada el 20 y 21 de noviembre de 2008, según un acta del encuentro difundida por la cartera en el marco de un informe sobre dengue que ofreció el miércoles. “En relación a la mortalidad infantil, se resaltó el problema de las enfermedades respiratorias por un lado y por el otro el alta prematura de niños con problemas de salud por falta de camas, que van a hogares donde las condiciones son precarias y no cuentan con toda la atención que requieren”, sostiene el informe.
“La tasa de mortalidad para el año 2007 es de 13,3 cada 1000 nacidos vivos, mientras que en 2006 la tasa había sido de 12,9”, agrega. El reporte revela que “el análisis tomó la tendencia de los últimos diez años y se verificó que un tercio de las causas de la mortalidad fueron de origen post-neonatal, mientras que los restantes dos tercios tuvieron origen neonatal”.
La tasa de mortalidad infantil constituye un indicador relacionado con la pobreza, utilizado para medir el desarrollo de los países. Es uno de los 8 Objetivos del Milenio de Naciones Unidas para 2015 que busca reducir los decesos en la infancia en el mundo en dos terceras partes: de los 93 niños por cada 1000 que morían antes de cumplir 5 años en 1990, a 31 por cada 1000 en 2015.
El 14 de septiembre de 2007, el entonces ministro de Salud, Ginés González García, informó que la tasa de mortalidad infantil se había reducido casi un 50 por ciento en Argentina en los últimos 16 años. Sostuvo que el índice en Argentina en 1990 fue de 25,6 por mil, mientras en 2006 fue de 12,6 por mil. En el país el número de defunciones infantiles fue de 17.348 en 1990 y de 8.986 en 2006, informó el ministerio. El ex ministro de Salud de Néstor Kirchner manifestó en ese entonces que la reducción del índice de mortalidad infantil era “un gran éxito y sobre todo en estos últimos cuatro años hemos logrado un record de descenso”.
González García dijo que “no sólo redujimos la mortalidad infantil en todo el país, sino que fundamentalmente ha ocurrido en las provincias que estaban en peores condiciones”. En ese sentido, sostuvo: “Trabajamos con un fuerte sentido de equidad: Tucumán, Chaco, Corrientes y Misiones han sido las de mayor descenso (en los índices de mortalidad infantil)”.
El ministro había polemizado un mes antes con el titular de la Federación de Profesionales de la Salud (FESPROSA), Jorge Yabkowski, respecto de la tasa de mortalidad infantil. “En Argentina muere 1 niño cada 20 minutos”, afirmó Yabkowski el 15 de agosto de 2007 y sostuvo que “en Argentina miles de niños siguen muriendo por causas evitables y casi la mitad padece anemia infantil”.
La combinación de un IBP con clopidogrel podría reducir los efectos de este sobre la función plaquetaria y ser el origen de resultados clínicos pobres en pacientes con prevención secundaria de enfermedades cardiovasculares.
De nuevo, un estudio observacional publicado en JAMA encuentra mayor riesgo de resultados clínicos adversos en una cohorte de pacientes con síndrome coronario agudo tratados al alta con clopidogrel, cuando se les prescribe concomitantemente un IBP.
En la base de datos de Veterans Affairs localizaron un total de 8.205 pacientes a los que se les habían prescrito clopidogrel al alta, tras un ingreso por IM o angina inestable; de ellos, al 63,9% se les prescribió un IBP simultáneamente o en algún momento durante el seguimiento (521 días de media).
Tras ajustar por factores de confusión mediante análisis multivariante, el empleo concomitante de IBPs se asoció a un mayor riesgo de muerte por cualquier causa o reingreso por síndrome coronario agudo (OR: 1,25 IC95% 1,11-1,41). Los resultados fueron consistentes cuando se analizó por subgrupos o se verificó mediante un estudio de casos y controles (OR: 1,32 IC95% 1,14-1,54).
Los autores concluyen que el uso concomitante de un IBP en pacientes que toman clopidogrel fue frecuente y se asoció con desenlaces peores a largo plazo. Lo que significa que el número absoluto de eventos podría ser considerable. Recomiendan el uso de IBP en pacientes que toman clopidogrel sólo cuando exista una indicación clara y no como profilaxis de rutina.
La combinación de un IBP con clopidogrel podría reducir los efectos de este sobre la función plaquetaria y ser el origen de resultados clínicos pobres en pacientes con prevención secundaria de enfermedades cardiovasculares.
De nuevo, un estudio observacional publicado en JAMA encuentra mayor riesgo de resultados clínicos adversos en una cohorte de pacientes con síndrome coronario agudo tratados al alta con clopidogrel, cuando se les prescribe concomitantemente un IBP.
En la base de datos de Veterans Affairs localizaron un total de 8.205 pacientes a los que se les habían prescrito clopidogrel al alta, tras un ingreso por IM o angina inestable; de ellos, al 63,9% se les prescribió un IBP simultáneamente o en algún momento durante el seguimiento (521 días de media).
Tras ajustar por factores de confusión mediante análisis multivariante, el empleo concomitante de IBPs se asoció a un mayor riesgo de muerte por cualquier causa o reingreso por síndrome coronario agudo (OR: 1,25 IC95% 1,11-1,41). Los resultados fueron consistentes cuando se analizó por subgrupos o se verificó mediante un estudio de casos y controles (OR: 1,32 IC95% 1,14-1,54).
Los autores concluyen que el uso concomitante de un IBP en pacientes que toman clopidogrel fue frecuente y se asoció con desenlaces peores a largo plazo. Lo que significa que el número absoluto de eventos podría ser considerable. Recomiendan el uso de IBP en pacientes que toman clopidogrel sólo cuando exista una indicación clara y no como profilaxis de rutina.
Pischon T, Boeing H, Hoffmann K, Bergmann M, Schulze MB, Overvad K et al. General and Abdominal Adiposity and Risk of Death in Europe. N Engl J Med 2008; 359: 2105-2120. R TC PDF
La mayor parte de los estudios sobre la relación entre la obesidad y la mortalidad han utilizado el IMC. Sin embargo, se ha demostrado que la obesidad abdominal es un mejor indicador del riesgo de numerosas enfermedades crónicas, pero existen pocos estudios que hayan analizado su relación con la mortalidad.
Estudiar la relación entre la obesidad y la obesidad abdominal y la mortalidad en Europa.
Tipo de estudio: Estudio de cohortes
Área del estudio: Pronóstico
Ámbito del estudio: Comunitario
Se invitó a participar en el estudio EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition) a casi 520.000 personas de 25 a 70 años de edad reclutados en la población general en 10 países europeos. En la visita inicial se les tomaron medidas antropométricas (altura, peso, circunferencia de la cintura y de la cadera) y se les pasó un cuestionario sobre antecedentes médicos y estilos de vida, que incluía preguntas sobre la actividad física y el consumo de alcohol.
Se excluyó del análisis a las personas de las que se desconocía su estado vital al final del estudio, que presentaban alguna enfermedad crónica (cardiovascular o cáncer) y aquellas de las que no se disponía de la altura, el peso o la circunferencia de la cintura o de la cadera al inicio del mismo o estos datos tenían valores poco probables. El IMC se clasificó en los siguientes grupos:
El estado vital y la causa de muerte se obtuvo, según los países del Registro Civil o mediante seguimiento activo de los pacientes.
Se incluyeron en el estudio 359.387 personas (fig. 1) a las que se siguió una media de 9,7 años. La edad media al inicio fue de 51 años y un 65% eran mujeres. Los participantes con un mayor IMC tenían una mayor edad media, un menor nivel educativo y era menos probable que fuesen fumadores. Se dio una correlación positiva con el consumo de alcohol en varones, pero fue negativa en las mujeres. La correlación con el IMC fue superior para la circunferencia de la cintura que para la RCC.
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Durante este tiempo murieron 14.723 individuos. Las causas de muerte se recogen en la figura 2.
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Se encontró una relación no lineal entre el IMC y el riesgo de muerte, tanto en el análisis crudo como en el ajustado, con excesos de mortalidad tanto para los IMC muy bajos como para los más altos (fig. 3). Los menores riesgos se dieron para el IMC de 25,3 en varones y de 24,3 en mujeres. Cuando no se ajustaban por el IMC, la relación de la mortalidad total con la circunferencia de la cintura y la RCC mostraba una distribución similar.
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En el análisis ajustado incluyendo el IMC, tanto la circunferencia de la cintura como la RCC mostraron una relación lineal con la mortalidad total (fig. 4).
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Dentro de los diferentes subgrupos de IMC, los quintiles superiores de la circunferencia de la cintura y de la RCC se asociaron a una mayor mortalidad que los quintiles inferiores y su adición al IMC mejoró la capacidad predictiva de éste. La relación entre las medidas de adiposidad abdominal y la mortalidad fueron más intensas en las personas con IMC bajo que en las que tenían un IMC elevado.
Los autores concluyen que tanto el IMC como las medidas de adiposidad central se asocian a un mayor riesgo de mortalidad, por lo que recomiendan la utilización de ambas en la predicción del riesgo de muerte.
Ninguno declarado. Financiado por becas de numerosas instituciones públicas de varios países europeos.
En los últimos años ha habido una polémica muy activa sobre cuál es la medida de adiposidad preferible para utilizar en la práctica clínica. El IMC es un índice de adiposidad muy sencillo que se ha venido utilizando durante décadas y que ha mostrado una buena correlación con el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la HTA, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer y con la mortalidad. Sin embargo, en los últimos años se había criticado algunos defectos de esta medida, como el hecho de que era incapaz de distinguir entre la masa magra y la masa grasa y la distribución de ésta. Éstos hechos lo hacía sensible a determinados sesgos como la posibilidad de causalidad inversa de modo que los pacientes con enfermedades crónicas o con situaciones que se asocian a un menor peso y a una mayor mortalidad (como el tabaquismo) podían afectar a su capacidad predictiva.
Todo ello, unido al hecho de que los índices de adiposidad central también mostraban una capacidad predictiva importante, parecía que inclinaban la balanza a favor de estas últimas medidas, en especial la circunferencia de la cintura por su sencillez. Sin embargo, los resultados de este estudio, muy valiosos por el elevado número de personas incluidas y el seguimiento de casi 10 años, apuntan en el sentido de que se deben valorar tanto el IMC como el perímetro abdominal. Tal vez la mayor utilidad de éste sería en personas sin sobrepeso, en fumadores y en personas de edad avanzada, en los que en éste estudio se ha encontrado una mayor relación entre la mortalidad y las medidas de adiposidad central que con el IMC. En otros estudios también se han detectado resultados similares.
Manuel Iglesias Rodal. Correo electrónico: mrodal@menta.net.
Pischon T, Boeing H, Hoffmann K, Bergmann M, Schulze MB, Overvad K et al. General and Abdominal Adiposity and Risk of Death in Europe. N Engl J Med 2008; 359: 2105-2120. R TC PDF
La mayor parte de los estudios sobre la relación entre la obesidad y la mortalidad han utilizado el IMC. Sin embargo, se ha demostrado que la obesidad abdominal es un mejor indicador del riesgo de numerosas enfermedades crónicas, pero existen pocos estudios que hayan analizado su relación con la mortalidad.
Estudiar la relación entre la obesidad y la obesidad abdominal y la mortalidad en Europa.
Tipo de estudio: Estudio de cohortes
Área del estudio: Pronóstico
Ámbito del estudio: Comunitario
Se invitó a participar en el estudio EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition) a casi 520.000 personas de 25 a 70 años de edad reclutados en la población general en 10 países europeos. En la visita inicial se les tomaron medidas antropométricas (altura, peso, circunferencia de la cintura y de la cadera) y se les pasó un cuestionario sobre antecedentes médicos y estilos de vida, que incluía preguntas sobre la actividad física y el consumo de alcohol.
Se excluyó del análisis a las personas de las que se desconocía su estado vital al final del estudio, que presentaban alguna enfermedad crónica (cardiovascular o cáncer) y aquellas de las que no se disponía de la altura, el peso o la circunferencia de la cintura o de la cadera al inicio del mismo o estos datos tenían valores poco probables. El IMC se clasificó en los siguientes grupos:
El estado vital y la causa de muerte se obtuvo, según los países del Registro Civil o mediante seguimiento activo de los pacientes.
Se incluyeron en el estudio 359.387 personas (fig. 1) a las que se siguió una media de 9,7 años. La edad media al inicio fue de 51 años y un 65% eran mujeres. Los participantes con un mayor IMC tenían una mayor edad media, un menor nivel educativo y era menos probable que fuesen fumadores. Se dio una correlación positiva con el consumo de alcohol en varones, pero fue negativa en las mujeres. La correlación con el IMC fue superior para la circunferencia de la cintura que para la RCC.
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Durante este tiempo murieron 14.723 individuos. Las causas de muerte se recogen en la figura 2.
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Se encontró una relación no lineal entre el IMC y el riesgo de muerte, tanto en el análisis crudo como en el ajustado, con excesos de mortalidad tanto para los IMC muy bajos como para los más altos (fig. 3). Los menores riesgos se dieron para el IMC de 25,3 en varones y de 24,3 en mujeres. Cuando no se ajustaban por el IMC, la relación de la mortalidad total con la circunferencia de la cintura y la RCC mostraba una distribución similar.
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En el análisis ajustado incluyendo el IMC, tanto la circunferencia de la cintura como la RCC mostraron una relación lineal con la mortalidad total (fig. 4).
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Dentro de los diferentes subgrupos de IMC, los quintiles superiores de la circunferencia de la cintura y de la RCC se asociaron a una mayor mortalidad que los quintiles inferiores y su adición al IMC mejoró la capacidad predictiva de éste. La relación entre las medidas de adiposidad abdominal y la mortalidad fueron más intensas en las personas con IMC bajo que en las que tenían un IMC elevado.
Los autores concluyen que tanto el IMC como las medidas de adiposidad central se asocian a un mayor riesgo de mortalidad, por lo que recomiendan la utilización de ambas en la predicción del riesgo de muerte.
Ninguno declarado. Financiado por becas de numerosas instituciones públicas de varios países europeos.
En los últimos años ha habido una polémica muy activa sobre cuál es la medida de adiposidad preferible para utilizar en la práctica clínica. El IMC es un índice de adiposidad muy sencillo que se ha venido utilizando durante décadas y que ha mostrado una buena correlación con el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la HTA, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer y con la mortalidad. Sin embargo, en los últimos años se había criticado algunos defectos de esta medida, como el hecho de que era incapaz de distinguir entre la masa magra y la masa grasa y la distribución de ésta. Éstos hechos lo hacía sensible a determinados sesgos como la posibilidad de causalidad inversa de modo que los pacientes con enfermedades crónicas o con situaciones que se asocian a un menor peso y a una mayor mortalidad (como el tabaquismo) podían afectar a su capacidad predictiva.
Todo ello, unido al hecho de que los índices de adiposidad central también mostraban una capacidad predictiva importante, parecía que inclinaban la balanza a favor de estas últimas medidas, en especial la circunferencia de la cintura por su sencillez. Sin embargo, los resultados de este estudio, muy valiosos por el elevado número de personas incluidas y el seguimiento de casi 10 años, apuntan en el sentido de que se deben valorar tanto el IMC como el perímetro abdominal. Tal vez la mayor utilidad de éste sería en personas sin sobrepeso, en fumadores y en personas de edad avanzada, en los que en éste estudio se ha encontrado una mayor relación entre la mortalidad y las medidas de adiposidad central que con el IMC. En otros estudios también se han detectado resultados similares.
Manuel Iglesias Rodal. Correo electrónico: mrodal@menta.net.
Según un metaanálisis publicado en J Am Coll Cardiol, los pacientes hipertensos tratados con betabloqueantes que presentan baja frecuencia cardiaca tendrían incrementado el riesgo de eventos cardiovasculares y de muerte. Se evalúan 9 ensayos clínicos aleatorios con betabloqueantes en hipertensión que incluyen 34.096 pacientes en tratamiento con betabloqueantes frente a 30.139 pacientes tratados con otros antihipertensivos y 3.987 con placebo. Una baja frecuencia cardiaca se asoció con mayor riesgo de mortalidad por todas las causas (r=-0.51; p
Entre las limitaciones del estudio se señala que dado que en la mayoria de estudios revisados se ha utilizado atenolol, la extrapolación de estos resultados a otros betabloqueantes debería hacerse con precaución.
Para el autor del comentario editorial, el estudio se añade a la evidencia iniciada por la revisión sistemática de Messerli F. et al. y recomienda que los betabloquantes deberían seguir utilizándose en insuficiencia cardiaca, después de un infarto de miocardio y en taquiarritmias, pero no en hipertensión en ausencia de estas indicaciones.
Según un metaanálisis publicado en J Am Coll Cardiol, los pacientes hipertensos tratados con betabloqueantes que presentan baja frecuencia cardiaca tendrían incrementado el riesgo de eventos cardiovasculares y de muerte. Se evalúan 9 ensayos clínicos aleatorios con betabloqueantes en hipertensión que incluyen 34.096 pacientes en tratamiento con betabloqueantes frente a 30.139 pacientes tratados con otros antihipertensivos y 3.987 con placebo. Una baja frecuencia cardiaca se asoció con mayor riesgo de mortalidad por todas las causas (r=-0.51; p
Entre las limitaciones del estudio se señala que dado que en la mayoria de estudios revisados se ha utilizado atenolol, la extrapolación de estos resultados a otros betabloqueantes debería hacerse con precaución.
Para el autor del comentario editorial, el estudio se añade a la evidencia iniciada por la revisión sistemática de Messerli F. et al. y recomienda que los betabloquantes deberían seguir utilizándose en insuficiencia cardiaca, después de un infarto de miocardio y en taquiarritmias, pero no en hipertensión en ausencia de estas indicaciones.
A highly drug-resistant germ has become a common cause of meningitis, pneumonia and other life-threatening conditions in young children. The culprit — a strain of strep bacteria — can conquer almost all antibiotics in pediatrics, and has dodged a vaccine otherwise credited with causing the number of serious infections in children to plummet.
Infection with one type of strep bacteria is steadily rising.
The rates of diseases caused by strep bacteria have increased.
Since 2000, American toddlers have been immunized against Streptococcus pneumoniae, or pneumococcus, an organism that preys largely on children younger than 5 and the elderly. Pneumococcal meningitis can be fatal, and survivors are often left with deafness and other lifelong neurological problems.
And by most measures, the vaccine has worked: by 2002, rates of infection from these bacteria had dropped as much as 80 percent in some places. But progress has now stalled, and infection with a particular type of pneumococcus, Serotype 19A, is steadily rising.
“It’s very much a concern,” said Bernard Beall, a pneumococcal expert at the federal Centers for Disease Control and Prevention. Last year, in The Journal of the American Medical Association, pediatricians described an outbreak of Serotype 19A ear infections in Rochester that could be cured only by surgically implanting tubes, or by turning to adult medicines not yet tested for safety in children.
A greater worry, however, is the frequency of meningitis, pneumonia and bloodstream infections from Serotype 19A. Since 2001, rates of these and other invasive pneumococcal diseases have crept upward, to more than 10 per 100,000 children from about 2 per 100,000. A fourfold increase in life-threatening infections has also occurred among the elderly.
The vaccine, Prevnar, is aimed at seven types of bacteria that were responsible for 70 to 80 percent of pneumococcal illness during the 1990s. Because pneumococci come in 91 forms, experts have worried from the start whether bacteria that were just as deadly, but not wiped out by the vaccine, might move in as opportunists when the competition suddenly vanished.
“Nature abhors a vacuum,” said Dr. Steven Black of Cincinnati Children’s Hospital. Indeed, almost all pneumococcal infections among American children today are caused by versions not covered by the vaccine, and 19A is leading the way. “People hoped against hope it wouldn’t happen,” he said.
The vaccine’s manufacturer, Wyeth, says it has been working quickly to develop a new product to counter 19A and five other pneumococcal variations, along with the original seven. The company will release results of the first large studies of the newer version this month at an infectious disease meeting in Washington.
“There was no point where we said to ourselves, ‘We missed it, we need to put in 19A,’ ” said Emilio A. Emini, head of vaccine research and development for Wyeth. The company was always prepared to remake the product, he said.
Once a new vaccine demonstrates that it can protect against pneumococcus, it must work its way through the approval process — passing tests of effectiveness and safety — before it can be licensed. Researchers will also try to determine whether young children who have been immunized with the old Prevnar should be revaccinated to protect themselves from 19A.
The remodeling of a vaccine so soon after its approval is highly unusual, but so was the effort to tackle pneumococcus.
The bacteria live in the nose and throat, usually as microbial freeloaders of no consequence. Occasionally — often after a simple viral infection — pneumococci slip into inner areas of the body and cause disease. Weaker immune systems in the very young and the very old leave them most vulnerable. (The pneumonia shot in older people includes 19A, but many elderly people have not received the immunization.)
Not all of the 91 incarnations of pneumococcal bacteria are dangerous. They developed so much variety by mingling in the back of the throat, exchanging genetic material as eagerly as children trading Halloween candy. The variation in genes slightly alters how the bacteria function and how they are received by the immune system.
For vaccine manufacturers, pneumococci’s diversity presented a challenge: how to teach the immune system to recognize a target that may look a little different from child to child. “This is the most complex biological product ever made,” Dr. Emini said.
Serotype 19A was around in the 1990s, though uncommon, and the vaccine includes a similar version called 19F. The hope in 2000 was that 19F looked enough like 19A to set off an immune reaction. It did not.
Experts say it is hard to know what role the introduction of Prevnar may have played in the rise of the bacteria, which was gaining momentum in some countries before the vaccine’s adoption. For example, researchers from GlaxoSmithKline, which is introducing its own pneumococcal vaccine, reported last month that Serotype 19A became more common in Belgium from 2001 to 2004 — years when pneumococcal vaccination was rare in that country. Similar reports have emerged from China, South Korea and Israel.
Pneumococci ebb and flow in natural cycles, and some types have gained a survival advantage by growing resistant to a host of drugs. The vaccine may have simply amplified natural trends..
“I don’t think anyone can tell you the relative contributions of these factors,” said Dr. Sheldon L. Kaplan of Texas Children’s Hospital in Houston. This summer, he and his colleagues described a growing number of cases of drug-resistant mastoiditis, an infection of an inner-ear bone, from 19A.
Experts are now watching to see how forcefully the organism will spread before the new immunization arrives. Wyeth says it hopes to file an application with the Food and Drug Administration in 2009.
Disease experts also wonder what organisms like 19A mean for the future of pneumococcal infections. Public health experts once hoped the infection could be defeated, but it now appears that pneumococci may be playing a game of cat and mouse.
“The pneumococcus has shown an extraordinary ability to evolve to our strategies,” said Dr. Beall of the C.D.C.
Yet he and others are quick to say that immunization remains highly effective, even if it leaves some children behind. “This is not a failure of the vaccine,” said Dr. George H. McCracken Jr. of the University of Texas Southwestern Medical Center at Dallas. Even with the rise of 19A, children are much less likely to become ill from pneumococcal infections.
Dr. McCracken hopes that researchers will one day avoid threats like 19A entirely by developing a vaccine that primes the immune system to recognize some element common to all 91 types of pneumococci — in the way a quiche, an omelet and a custard pie are all versions of eggs. But until such an immunization comes along, he said, pediatricians will be forced to battle the pneumococcus as they always have, by trying to stay one strain ahead of its game.
A highly drug-resistant germ has become a common cause of meningitis, pneumonia and other life-threatening conditions in young children. The culprit — a strain of strep bacteria — can conquer almost all antibiotics in pediatrics, and has dodged a vaccine otherwise credited with causing the number of serious infections in children to plummet.
Infection with one type of strep bacteria is steadily rising.
The rates of diseases caused by strep bacteria have increased.
Since 2000, American toddlers have been immunized against Streptococcus pneumoniae, or pneumococcus, an organism that preys largely on children younger than 5 and the elderly. Pneumococcal meningitis can be fatal, and survivors are often left with deafness and other lifelong neurological problems.
And by most measures, the vaccine has worked: by 2002, rates of infection from these bacteria had dropped as much as 80 percent in some places. But progress has now stalled, and infection with a particular type of pneumococcus, Serotype 19A, is steadily rising.
“It’s very much a concern,” said Bernard Beall, a pneumococcal expert at the federal Centers for Disease Control and Prevention. Last year, in The Journal of the American Medical Association, pediatricians described an outbreak of Serotype 19A ear infections in Rochester that could be cured only by surgically implanting tubes, or by turning to adult medicines not yet tested for safety in children.
A greater worry, however, is the frequency of meningitis, pneumonia and bloodstream infections from Serotype 19A. Since 2001, rates of these and other invasive pneumococcal diseases have crept upward, to more than 10 per 100,000 children from about 2 per 100,000. A fourfold increase in life-threatening infections has also occurred among the elderly.
The vaccine, Prevnar, is aimed at seven types of bacteria that were responsible for 70 to 80 percent of pneumococcal illness during the 1990s. Because pneumococci come in 91 forms, experts have worried from the start whether bacteria that were just as deadly, but not wiped out by the vaccine, might move in as opportunists when the competition suddenly vanished.
“Nature abhors a vacuum,” said Dr. Steven Black of Cincinnati Children’s Hospital. Indeed, almost all pneumococcal infections among American children today are caused by versions not covered by the vaccine, and 19A is leading the way. “People hoped against hope it wouldn’t happen,” he said.
The vaccine’s manufacturer, Wyeth, says it has been working quickly to develop a new product to counter 19A and five other pneumococcal variations, along with the original seven. The company will release results of the first large studies of the newer version this month at an infectious disease meeting in Washington.
“There was no point where we said to ourselves, ‘We missed it, we need to put in 19A,’ ” said Emilio A. Emini, head of vaccine research and development for Wyeth. The company was always prepared to remake the product, he said.
Once a new vaccine demonstrates that it can protect against pneumococcus, it must work its way through the approval process — passing tests of effectiveness and safety — before it can be licensed. Researchers will also try to determine whether young children who have been immunized with the old Prevnar should be revaccinated to protect themselves from 19A.
The remodeling of a vaccine so soon after its approval is highly unusual, but so was the effort to tackle pneumococcus.
The bacteria live in the nose and throat, usually as microbial freeloaders of no consequence. Occasionally — often after a simple viral infection — pneumococci slip into inner areas of the body and cause disease. Weaker immune systems in the very young and the very old leave them most vulnerable. (The pneumonia shot in older people includes 19A, but many elderly people have not received the immunization.)
Not all of the 91 incarnations of pneumococcal bacteria are dangerous. They developed so much variety by mingling in the back of the throat, exchanging genetic material as eagerly as children trading Halloween candy. The variation in genes slightly alters how the bacteria function and how they are received by the immune system.
For vaccine manufacturers, pneumococci’s diversity presented a challenge: how to teach the immune system to recognize a target that may look a little different from child to child. “This is the most complex biological product ever made,” Dr. Emini said.
Serotype 19A was around in the 1990s, though uncommon, and the vaccine includes a similar version called 19F. The hope in 2000 was that 19F looked enough like 19A to set off an immune reaction. It did not.
Experts say it is hard to know what role the introduction of Prevnar may have played in the rise of the bacteria, which was gaining momentum in some countries before the vaccine’s adoption. For example, researchers from GlaxoSmithKline, which is introducing its own pneumococcal vaccine, reported last month that Serotype 19A became more common in Belgium from 2001 to 2004 — years when pneumococcal vaccination was rare in that country. Similar reports have emerged from China, South Korea and Israel.
Pneumococci ebb and flow in natural cycles, and some types have gained a survival advantage by growing resistant to a host of drugs. The vaccine may have simply amplified natural trends..
“I don’t think anyone can tell you the relative contributions of these factors,” said Dr. Sheldon L. Kaplan of Texas Children’s Hospital in Houston. This summer, he and his colleagues described a growing number of cases of drug-resistant mastoiditis, an infection of an inner-ear bone, from 19A.
Experts are now watching to see how forcefully the organism will spread before the new immunization arrives. Wyeth says it hopes to file an application with the Food and Drug Administration in 2009.
Disease experts also wonder what organisms like 19A mean for the future of pneumococcal infections. Public health experts once hoped the infection could be defeated, but it now appears that pneumococci may be playing a game of cat and mouse.
“The pneumococcus has shown an extraordinary ability to evolve to our strategies,” said Dr. Beall of the C.D.C.
Yet he and others are quick to say that immunization remains highly effective, even if it leaves some children behind. “This is not a failure of the vaccine,” said Dr. George H. McCracken Jr. of the University of Texas Southwestern Medical Center at Dallas. Even with the rise of 19A, children are much less likely to become ill from pneumococcal infections.
Dr. McCracken hopes that researchers will one day avoid threats like 19A entirely by developing a vaccine that primes the immune system to recognize some element common to all 91 types of pneumococci — in the way a quiche, an omelet and a custard pie are all versions of eggs. But until such an immunization comes along, he said, pediatricians will be forced to battle the pneumococcus as they always have, by trying to stay one strain ahead of its game.
Jenny Head, reader in medical and social statistics1, Jane E Ferrie, senior research fellow1, Kristina Alexanderson, professor2, Hugo Westerlund, senior researcher3, Jussi Vahtera, research professor4, Mika Kivimäki, professor1,4
1 Department of Epidemiology and Public Health, University College London, London, 2 Department of Clinical Neuroscience, Section of Personal Injury Prevention, Karolinska Institutet, Berzelius väg 3, 171 77 Stockholm, Sweden,3 Stress Research Institute, Stockholm University, SE-106 91, Stockholm, 4Finnish Institute of Occupational Health, Topeliuksenkatu 41 aA, FIN-00250 Helsinki, Finland
Correspondence to: J Head j.head@ucl.ac.uk
Objective To investigate whether knowing the diagnosis for sickness absence improves prediction of mortality.
Design Prospective cohort study established in 1985-8. Sickness absence records including diagnoses were obtained from computerised registers.
Setting 20 civil service departments in London.
Participants 6478 civil servants aged 35-55 years.
Main outcome measures All cause, cardiovascular, and cancer mortality until 2004, average follow-up 13 years.
Results After adjustment for age, sex, and employment grade, employees who had one or more medically certified spells of sickness absence (>7 days) in a three year period had a mortality 1.7 (95% CI 1.3 to 2.1) times greater than those with no medically certified spells. Inclusion of diagnoses improved the prediction of all cause mortality (P=0.03). The hazard ratio for mortality was 4.7 (2.6 to 8.5) for absences with circulatory disease diagnoses, 2.2 (1.4 to 3.3) for surgical operations, and 1.9 (1.2 to 3.1) for psychiatric diagnoses. Psychiatric absences were also predictive of cancer mortality (2.5 (1.3 to 4.7)). Associations of infectious, respiratory, and injury absences with overall mortality were less marked (hazard ratios from 1.5 to 1.7), and there was noassociation between musculoskeletal absences and mortality.
Conclusions Major diagnoses for medically certified absences were associated with increased mortality, with the exception of musculoskeletal disease. Data on sickness absence diagnoses may provide useful information to identify groups with increased health risk and a need for targeted interventions.
Jenny Head, reader in medical and social statistics1, Jane E Ferrie, senior research fellow1, Kristina Alexanderson, professor2, Hugo Westerlund, senior researcher3, Jussi Vahtera, research professor4, Mika Kivimäki, professor1,4
1 Department of Epidemiology and Public Health, University College London, London, 2 Department of Clinical Neuroscience, Section of Personal Injury Prevention, Karolinska Institutet, Berzelius väg 3, 171 77 Stockholm, Sweden,3 Stress Research Institute, Stockholm University, SE-106 91, Stockholm, 4Finnish Institute of Occupational Health, Topeliuksenkatu 41 aA, FIN-00250 Helsinki, Finland
Correspondence to: J Head j.head@ucl.ac.uk
Objective To investigate whether knowing the diagnosis for sickness absence improves prediction of mortality.
Design Prospective cohort study established in 1985-8. Sickness absence records including diagnoses were obtained from computerised registers.
Setting 20 civil service departments in London.
Participants 6478 civil servants aged 35-55 years.
Main outcome measures All cause, cardiovascular, and cancer mortality until 2004, average follow-up 13 years.
Results After adjustment for age, sex, and employment grade, employees who had one or more medically certified spells of sickness absence (>7 days) in a three year period had a mortality 1.7 (95% CI 1.3 to 2.1) times greater than those with no medically certified spells. Inclusion of diagnoses improved the prediction of all cause mortality (P=0.03). The hazard ratio for mortality was 4.7 (2.6 to 8.5) for absences with circulatory disease diagnoses, 2.2 (1.4 to 3.3) for surgical operations, and 1.9 (1.2 to 3.1) for psychiatric diagnoses. Psychiatric absences were also predictive of cancer mortality (2.5 (1.3 to 4.7)). Associations of infectious, respiratory, and injury absences with overall mortality were less marked (hazard ratios from 1.5 to 1.7), and there was noassociation between musculoskeletal absences and mortality.
Conclusions Major diagnoses for medically certified absences were associated with increased mortality, with the exception of musculoskeletal disease. Data on sickness absence diagnoses may provide useful information to identify groups with increased health risk and a need for targeted interventions.
Department of Medicine, One Medical Center Blvd, Wake Forest University School of Medicine, Winston-Salem, NC 27157, USA. sosingh@wfubmc.edu
CONTEXT: Inhaled anticholinergics (ipratropium bromide or tiotropium bromide) are widely used in patients with chronic obstructive pulmonary disease (COPD) but their effect on the risk of cardiovascular outcomes is unknown. OBJECTIVE: To ascertain the cardiovascular risks of inhaled anticholinergics, including cardiovascular death, myocardial infarction (MI), and stroke. DATA SOURCES: Systematic searches were conducted on March 19, 2008, of relevant articles in MEDLINE, the Cochrane Database of systematic reviews, regulatory authority Web sites in the United States and the United Kingdom, and manufacturers’ trial registries with no date restrictions. STUDY SELECTION: Randomized controlled trials of any inhaled anticholinergic for treatment of COPD that had at least 30 days of treatment and reported on cardiovascular events. DATA EXTRACTION: The primary outcome was a composite of cardiovascular death, MI, or stroke. The secondary outcome was all-cause mortality. Relative risks (RRs) were estimated using fixed-effects models and statistical heterogeneity was estimated with the I(2) statistic. DATA SYNTHESIS: After a detailed screening of 103 articles, 17 trials enrolling 14 783 patients were analyzed. Follow-up duration ranged from 6 weeks to 5 years. Cardiovascular death, MI, or stroke occurred in 135 of 7472 patients (1.8%) receiving inhaled anticholinergics and 86 of 7311 patients (1.2%) receiving control therapy (RR, 1.58 [95% confidence interval {CI}, 1.21-2.06]; P 6 months) confirmed the significantly increased risk of cardiovascular death, MI, or stroke (2.9% of patients treated with anticholinergics vs 1.8% of the control patients; RR, 1.73 [95% CI, 1.27-2.36]; P < .001, I(2) = 0%). CONCLUSION: Inhaled anticholinergics are associated with a significantly increased risk of cardiovascular death, MI, or stroke among patients with COPD.
Department of Medicine, One Medical Center Blvd, Wake Forest University School of Medicine, Winston-Salem, NC 27157, USA. sosingh@wfubmc.edu
CONTEXT: Inhaled anticholinergics (ipratropium bromide or tiotropium bromide) are widely used in patients with chronic obstructive pulmonary disease (COPD) but their effect on the risk of cardiovascular outcomes is unknown. OBJECTIVE: To ascertain the cardiovascular risks of inhaled anticholinergics, including cardiovascular death, myocardial infarction (MI), and stroke. DATA SOURCES: Systematic searches were conducted on March 19, 2008, of relevant articles in MEDLINE, the Cochrane Database of systematic reviews, regulatory authority Web sites in the United States and the United Kingdom, and manufacturers’ trial registries with no date restrictions. STUDY SELECTION: Randomized controlled trials of any inhaled anticholinergic for treatment of COPD that had at least 30 days of treatment and reported on cardiovascular events. DATA EXTRACTION: The primary outcome was a composite of cardiovascular death, MI, or stroke. The secondary outcome was all-cause mortality. Relative risks (RRs) were estimated using fixed-effects models and statistical heterogeneity was estimated with the I(2) statistic. DATA SYNTHESIS: After a detailed screening of 103 articles, 17 trials enrolling 14 783 patients were analyzed. Follow-up duration ranged from 6 weeks to 5 years. Cardiovascular death, MI, or stroke occurred in 135 of 7472 patients (1.8%) receiving inhaled anticholinergics and 86 of 7311 patients (1.2%) receiving control therapy (RR, 1.58 [95% confidence interval {CI}, 1.21-2.06]; P 6 months) confirmed the significantly increased risk of cardiovascular death, MI, or stroke (2.9% of patients treated with anticholinergics vs 1.8% of the control patients; RR, 1.73 [95% CI, 1.27-2.36]; P < .001, I(2) = 0%). CONCLUSION: Inhaled anticholinergics are associated with a significantly increased risk of cardiovascular death, MI, or stroke among patients with COPD.
Concato J, Wells CK, Horwitz RI, Penson D, Fincke G, Berlowitz DR, et al. The Effectiveness of Screening for Prostate Cancer: A Nested Case-Control Study. Arch Intern Med 2006; 166: 38-43. R TC (s) PDF (s)
Diferentes grupos de trabajo han hecho distintas recomendaciones sobre el cribado del cáncer de próstata. A pesar de que el cribado con PSA se ha mostrado eficaz para detectar tumores de próstata asintomáticos, no se ha demostrado claramente que esta detección redunde en una reducción de la mortalidad.
Estudiar si el cribado del cáncer de próstata mediante determinación del PSA con o sin tacto rectal mejora la supervivencia.
Tipo de estudio: Estudio de casos y controles
Área del estudio: Prevención
Ámbito del estudio: Comunitario
Métodos
La población de estudio estuvo formada por los pacientes varones >50 años que se visitaron entre 1989 y 1990 en cualquiera de los 10 centros del departamento de Veterans Affairs del estado de Nueva Inglaterra y que no tenían un diagnóstico de cáncer antes de 1991. Se incluyeron como casos los pacientes a los que se les diagnosticó un cáncer de próstata entre esa fecha y 1995 y que murieron antes de 2000. Para cada uno de los casos se seleccionó un control entre los pacientes que estaban vivos en la fecha de la muerte del caso hubiese sido o no diagnosticado de cáncer de próstata en ese momento ajustado por fecha de nacimiento y centro en el que se había visitado.
Un investigador que desconocía la asignación del paciente a los grupos revisaba las historias clínicas para saber si se le había hecho cribado del cáncer de próstata mediante una determinación del o tacto rectal desde 1991 hasta la fecha del diagnóstico del cáncer de próstata del caso.
La variable principal de resultado fue la muerte por cualquier causa. Como variables secundarias se utilizaron la muerte por cáncer de próstata y el cáncer de próstata progresivo.
La figura 1 muestra el flujo de los participantes en el estudio. La edad media fue de 72 años. Entre los casos se detectó un exceso de pacientes de raza negra (10,0% frente a 4,2%; P
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Se había llevado a cabo un cribado previo en el 14% de los casos y en el 13% de los controles. No se apreciaron diferencias estadísticamente significativas ni en la mortalidad total, ni en la mortalidad específica por cáncer de próstata ni en los análisis por subgrupos de los pacientes por edad ni en los pacientes con hipertrofia benigna de próstata (tabla 1).
OR (IC95%) | P | |
Mortalidad total | 1,08 (0,71 a 1,64) | 0,72 |
Muerte por cáncer de próstata | 1,13 (0,63 a 2,08) | 0,68 |
Los autores concluyen que los resultados de este estudio no sugieren que el cribado mediante PSA ni mediante tacto rectal reduzcan la mortalidad total ni por cáncer de próstata.
Ninguno declarado. Financiado por una beca del Department of Veterans Affairs.
El cribado del cáncer de próstata sigue siendo objeto de polémica. A pesar de que el PSA se ha mostrado eficaz para detectarlo, siguen existiendo dudas importantes sobre si este adelanto diagnóstico aporta más beneficios que riesgos. Desde que se ha extendido el cribado mediante PSA (sin que se haya llegado a la universalización del mismo), la probabilidad de que a un adulto se le diagnostique un cáncer de próstata casi se ha doblado. Por otro lado, la cirugía de próstata se acompaña de un elevado riesgo de disfunciones sexuales y de incontinencia. Valdría la pena pagar este precio si los beneficios en términos de mejoría del pronóstico estuviesen claros, pero los resultados de este trabajo arrojan más dudas sobre el tema.
En ausencia de datos inequívocos sobre la eficacia de una técnica de cribado provinientes de estudios de intervención, los estudios de casos y controles se han mostrado útiles para esclarecer la eficacia de algunas técnicas (como en el caso del Papanicolaou). Los autores de este trabajo han elegido como variable de respuesta principal la mortalidad total que parece una variable importante, que evita algunos de los sesgos inherentes a los estudios de prevención (sesgo del adelanto diagnóstico) y permite salvar el problema del posible error en la causa de muerte en el certificado de defunción. Un estudio de casos y controles publicado recientemente y que utilizaba como variable principal la presencia de metástasis por cáncer de próstata sí que encontró una asociación entre el cribado y un menor riesgo.
En 2009 está prevista la publicación de dos estudios de intervención, uno americano y otro europeo, que es probable que despejen las dudas actuales sobre la conveniencia de llevar a cabo o no el cribado.
Manuel Iglesias Rodal. Correo electrónico: mrodal@menta.net.
Hace alrededor de dos años, un equipo de científicos estatales informó que las personas con sobrepeso tienen una tasa de mortalidad más baja que las personas con peso normal, bajo peso u obesas. Ahora, después de seguir investigando, el mismo equipo identificó las enfermedades que más influyen en la mortalidad según el peso corporal.
En esta primera asociación entre las causas de muerte y cada categoría de peso, los investigadores afirman que las personas con sobrepeso registran una tasa más baja de mortalidad porque son mucho menos propensas a morir de una gran cantidad de enfermedades, como el Alzheimer y el Parkinson, las infecciones y enfermedades pulmonares. Y ese bajo nivel de riesgo no desaparece con uno mayor de morir por otras condiciones, como el cáncer, la diabetes o las enfermedades cardíacas.
Por eso, según publica el equipo de los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos y el Instituto Nacional de Oncología, hubo alrededor de 100.000 muertes menos de personas con sobrepeso en 2004, el último año con datos disponibles, de las esperadas si esas personas tuvieran peso normal. El estudio se publicó ayer en el Journal of the American Medical Association .
Los investigadores confirmaron también que los obesos y las personas con peso por debajo de lo normal tienen tasas más altas de mortalidad que las personas con peso normal. Pero, al buscar una explicación, hallaron que los motivos diferían según las distintas categorías de peso.
Expertos que estudiaron la relación entre el peso y la salud opinaron que, a la luz de estos hallazgos, habría que reconsiderar la definición de peso saludable. “Si utilizamos el criterio de mortalidad, el término «sobrepeso» es inadecuado”, indicó Daniel McGee, profesor de estadística de la Universidad Estatal de Florida. Según la doctora Elizabeth Barrett-Connor, profesora de medicina familiar y preventiva de la Universidad de California, en San Diego, un índice de masa corporal de entre 25 y 30 puntos, que corresponde al sobrepeso, “sería óptimo”.
Otros especialistas sostuvieron que existen muchos motivos para cuestionar estos resultados. “La salud va más allá de las tasas de mortalidad”, sentenció la doctora JoAnn Manson, jefa de medicina preventiva en el Hospital de Brigham y las Mujeres, en Boston.
Manson agregó que otros estudios, incluidos los de Harvard, hallaron que la obesidad o el sobrepeso aumentaban el riesgo de desarrollar una gran cantidad de enfermedades, como la diabetes, los problemas cardíacos y varios tipos de cáncer. Y destacó que los kilos de más dificultan la movilidad y alteran la calidad de vida.
“Esta es la situación en cuanto a las consecuencias para la salud -dijo Manson-. Y es lo que la población debe atender.”
Categorías de peso
Los investigadores suelen dividir el peso corporal en cuatro categorías -normal, bajo, sobrepeso y obesidad-, según el índice de masa corporal, que es una medida de la grasa corporal según la altura y el peso. Por ejemplo, una mujer que mide 1,65 metros sería considerada con peso normal si pesara 59 kilos; con bajo peso, si pesara 48,5 kilos; con sobrepeso, 68 kilos, y obesa, si superara los 82 kilos.
En este estudio, los investigadores compararon a todas las personas con aquellas que tenían peso normal.
El equipo, dirigido por Katherine Flegal, de los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades, aseguró que se habían encontrado con una realidad sorpresivamente compleja. El aumento de la tasa de mortalidad en los obesos, como podría esperarse, se debía casi en su totalidad a una mayor tasa de mortalidad por cardiopatías.
En cambio, las personas con obesidad no tenían un mayor riesgo de morir por cáncer. Pero sí eran levemente más propensas que las personas con peso normal a morir por una gran cantidad de tumores que suelen asociarse con el peso excesivo, como el cáncer de colon, mama, esófago, útero, ovario, riñón y páncreas. Aun así, tenían un riesgo más bajo de morir por otros tipos de cáncer, incluido el de pulmón. Al final, el aumento y el descenso del riesgo se equilibraban.
La diabetes, en tanto, apareció en las tasas de mortalidad sólo cuando los investigadores la agruparon con la enfermedad renal en una misma categoría. La diabetes, explican, puede causar enfermedad renal. Pero, según destacan los científicos, la cantidad de muertes por diabetes sería muy baja, porque muchos diabéticos mueren de enfermedad cardíaca y, a menudo, la causa de muerte se registra como infarto.
El estudio comenzó hace varios años cuando los investigadores utilizaron datos nacionales para analizar los distintos tipos de riesgos de muerte según el peso corporal. El equipo concluyó que la población con sobrepeso tenía menos riesgo de morir que las personas con peso normal, mientras que las personas con bajo peso u obesidad tenían más riesgo.
Esto llevó al equipo a preguntarse: si ser flaco o gordo afecta la expectativa de vida de una persona, ¿de qué enfermedades estarían protegidos y ante cuáles estarían más en riesgo?
La investigación incluyó el análisis de datos de tres encuestas nacionales sobre salud y nutrición del Centro Nacional de Estadísticas de la Salud a una cohorte representativa de la sociedad estadounidense que se pesa, se mide y se controla hasta que muere. La causa de muerte se determinó según el certificado de defunción.
El equipo advierte que aún no se puede hablar de una relación causa-efecto. “Si se siente bien, hace ejercicio y su médico está conforme con los resultados de sus análisis, no estoy tan seguro de que tenga que modificar su peso con urgencia”, opinó el doctor Mitchell Gail, uno de los autores del estudio.
Por Gina Kolata
De The New York Times
The Salmeterol Multicenter Asthma Research Trial
A Comparison of Usual Pharmacotherapy for Asthma or Usual Pharmacotherapy Plus Salmeterol
Harold S. Nelson, MD; Scott T. Weiss, MD, MS; Eugene R. Bleecker, MD; Steven W. Yancey, MS; Paul M. Dorinsky, MD; the SMART Study Group
* From the National Jewish Medical and Research Center (Dr. Nelson), Denver, CO; Brigham and Women’s Hospital and Harvard Medical School (Dr. Weiss), Boston, MA; Wake Forest University School of Medicine (Dr. Bleecker), Winston Salem, NC; and GlaxoSmithKline (Mr. Yancey and Dr. Dorinsky), Research Triangle Park, NC. Continue reading Estudio SMART: salmeterol y asma
A Comparison of Usual Pharmacotherapy for Asthma or Usual Pharmacotherapy Plus Salmeterol
Harold S. Nelson, MD; Scott T. Weiss, MD, MS; Eugene R. Bleecker, MD; Steven W. Yancey, MS; Paul M. Dorinsky, MD; the SMART Study Group
* From the National Jewish Medical and Research Center (Dr. Nelson), Denver, CO; Brigham and Women’s Hospital and Harvard Medical School (Dr. Weiss), Boston, MA; Wake Forest University School of Medicine (Dr. Bleecker), Winston Salem, NC; and GlaxoSmithKline (Mr. Yancey and Dr. Dorinsky), Research Triangle Park, NC.More…
Correspondence to: Paul M. Dorinsky, MD, GlaxoSmithKline, 5 Moore Dr, Research Triangle Park, NC 27709; e-mail: paul.m.dorinsky@gsk.com
Abstract
Study objective: To compare the safety of salmeterol xinafoate or placebo added to usual asthma care.
Design: A 28-week, randomized, double-blind, placebo-controlled, observational study.
Setting: Study subjects were seen once in the study physician’s office for screening and were provided all blinded study medication for the entire study period. Follow-up by telephone was scheduled every 4 weeks.
Participants: Subjects (> 12 years old) with asthma as judged by the study physician were eligible. Individuals with a history of long-acting ß2-agonist use were excluded.
Interventions: Salmeterol, 42 µg bid via metered-dose inhaler (MDI), and placebo bid via MDI.
Measurements and results: Following an interim analysis in 26,355 subjects, the study was terminated due to findings in African Americans and difficulties in enrollment. The occurrence of the primary outcome, respiratory-related deaths, or life-threatening experiences was low and not significantly different for salmeterol vs placebo (50 vs 36; relative risk [RR] = 1.40; 95% confidence interval [CI], 0.91 to 2.14). There was a small, significant increase in respiratory-related deaths (24 vs 11; RR, 2.16; 95% CI, 1.06 to 4.41) and asthma-related deaths (13 vs 3; RR, 4.37; 95% CI, 1.25 to 15.34), and in combined asthma-related deaths or life-threatening experiences (37 vs 22; RR, 1.71; 95% CI, 1.01 to 2.89) in subjects receiving salmeterol vs placebo. The imbalance occurred largely in the African-American subpopulation: respiratory-related deaths or life-threatening experiences (20 vs 5; RR, 4.10; 95% CI, 1.54 to 10.90) and combined asthma-related deaths or life-threatening experiences (19 vs 4; RR, 4.92; 95% CI, 1.68 to 14.45) in subjects receiving salmeterol vs placebo.
Conclusions: For the primary end point in the total population, there were no significant differences between treatments. There were small, but statistically significant increases in respiratory-related and asthma-related deaths and combined asthma-related deaths or life-threatening experiences in the total population receiving salmeterol. Subgroup analyses suggest the risk may be greater in African Americans compared with Caucasian subjects. Whether this risk is due to factors including but not limited to a physiologic treatment effect, genetic factors, or patient behaviors leading to poor outcomes remains unknown.
Estudio SMART: The Salmeterol Multicenter Asthma Research Trial
The Salmeterol Multicenter Asthma Research Trial
A Comparison of Usual Pharmacotherapy for Asthma or Usual Pharmacotherapy Plus Salmeterol
Harold S. Nelson, MD; Scott T. Weiss, MD, MS; Eugene R. Bleecker, MD; Steven W. Yancey, MS; Paul M. Dorinsky, MD; the SMART Study Group
* From the National Jewish Medical and Research Center (Dr. Nelson), Denver, CO; Brigham and Women’s Hospital and Harvard Medical School (Dr. Weiss), Boston, MA; Wake Forest University School of Medicine (Dr. Bleecker), Winston Salem, NC; and GlaxoSmithKline (Mr. Yancey and Dr. Dorinsky), Research Triangle Park, NC. Continue reading Estudio SMART: salmeterol y asma
A Comparison of Usual Pharmacotherapy for Asthma or Usual Pharmacotherapy Plus Salmeterol
Harold S. Nelson, MD; Scott T. Weiss, MD, MS; Eugene R. Bleecker, MD; Steven W. Yancey, MS; Paul M. Dorinsky, MD; the SMART Study Group
* From the National Jewish Medical and Research Center (Dr. Nelson), Denver, CO; Brigham and Women’s Hospital and Harvard Medical School (Dr. Weiss), Boston, MA; Wake Forest University School of Medicine (Dr. Bleecker), Winston Salem, NC; and GlaxoSmithKline (Mr. Yancey and Dr. Dorinsky), Research Triangle Park, NC.More…
Correspondence to: Paul M. Dorinsky, MD, GlaxoSmithKline, 5 Moore Dr, Research Triangle Park, NC 27709; e-mail: paul.m.dorinsky@gsk.com
Abstract
Study objective: To compare the safety of salmeterol xinafoate or placebo added to usual asthma care.
Design: A 28-week, randomized, double-blind, placebo-controlled, observational study.
Setting: Study subjects were seen once in the study physician’s office for screening and were provided all blinded study medication for the entire study period. Follow-up by telephone was scheduled every 4 weeks.
Participants: Subjects (> 12 years old) with asthma as judged by the study physician were eligible. Individuals with a history of long-acting ß2-agonist use were excluded.
Interventions: Salmeterol, 42 µg bid via metered-dose inhaler (MDI), and placebo bid via MDI.
Measurements and results: Following an interim analysis in 26,355 subjects, the study was terminated due to findings in African Americans and difficulties in enrollment. The occurrence of the primary outcome, respiratory-related deaths, or life-threatening experiences was low and not significantly different for salmeterol vs placebo (50 vs 36; relative risk [RR] = 1.40; 95% confidence interval [CI], 0.91 to 2.14). There was a small, significant increase in respiratory-related deaths (24 vs 11; RR, 2.16; 95% CI, 1.06 to 4.41) and asthma-related deaths (13 vs 3; RR, 4.37; 95% CI, 1.25 to 15.34), and in combined asthma-related deaths or life-threatening experiences (37 vs 22; RR, 1.71; 95% CI, 1.01 to 2.89) in subjects receiving salmeterol vs placebo. The imbalance occurred largely in the African-American subpopulation: respiratory-related deaths or life-threatening experiences (20 vs 5; RR, 4.10; 95% CI, 1.54 to 10.90) and combined asthma-related deaths or life-threatening experiences (19 vs 4; RR, 4.92; 95% CI, 1.68 to 14.45) in subjects receiving salmeterol vs placebo.
Conclusions: For the primary end point in the total population, there were no significant differences between treatments. There were small, but statistically significant increases in respiratory-related and asthma-related deaths and combined asthma-related deaths or life-threatening experiences in the total population receiving salmeterol. Subgroup analyses suggest the risk may be greater in African Americans compared with Caucasian subjects. Whether this risk is due to factors including but not limited to a physiologic treatment effect, genetic factors, or patient behaviors leading to poor outcomes remains unknown.
Estudio SMART: The Salmeterol Multicenter Asthma Research Trial
La FDA anuncio que ante un pedido de la agencia, Bayer Pharmaceuticals Corp. accedio a la suspension de la comercializacion de aprotinina, a la espera de una evaluacion mas detallada de los resultados preliminares del ensayo
clinico canadiense BART, llevado a cabo por el Ottawa Health Research Institute, que sugerian un aumento de la mortalidad del 50% en el grupo de pacientes tratados con aprotinina al mes de tratamiento, comparado con los grupos control con acido tranexamico o acido aminocaproico.
el informe esta disponible en
http://www.fda.gov/bbs/topics/NEWS/2007/NEW01738.html
por su parte la agencia española , AGEMED realizo un anuncio similar
NOTA INFORMATIVA SUSPENSIÓN CAUTELAR DE LA COMERCIALIZACIÓN DE TRASYLOL®
(APROTININA)
Ref: 2007/15 5 de noviembre de 2007
disponible en http://www.agemed.es/actividad/alertas/usoHumano/seguridad/aprotinina-nov07.htm
ya el 25 de octubre la FDA habia comunicado la suspension del Estudio BART debido al aumento de riesgo de muerte con el grupo de aprotinina.
En el Boletin Farmacos Volumen 10, numero 1, de enero de 2007 pueden consultar los antecedentes.
Aprotinina: Riesgo renal y cardiovascular, ocultacion de datos por parte de Bayer y modificación del etiquetado
http://www.boletinfarmacos.org/012007/advertencias_sobre_medicamentos_cambios.asp
Martin Cañas
Hormonal Therapy After Prostatectomy May Increase Cardiovascular Death
Men who receive androgen-deprivation therapy (ADT) after undergoing prostatectomy for prostate cancer may be at increased risk for cardiovascular death, reports an industry-funded study in the Journal of the National Cancer Institute.
Researchers examined outcomes among nearly 5000 patients who had been treated for localized prostate cancer; two-thirds had undergone radical prostatectomy, while the rest received nonsurgical therapy. Overall, 20% also received ADT (median duration, 4 months).
During a median follow-up of 4 years, ADT use was associated with increased risk for cardiovascular death among prostatectomy patients (adjusted hazard ratio, 2.6). For patients treated nonsurgically, a higher 5-year estimate of cardiovascular death with ADT use, observed only in patients 65 or older, did not achieve statistical significance.
The authors say their findings “underscore the importance of careful cardiovascular evaluation and intervention before initiating ADT in patients with localized prostate cancer.”
JNCI article (Free abstract; full text requires subscription)
JNCI editorial (Free)
Related Journal Watch link(s):
Physician’s First Watch coverage of androgen-deprivation therapy and heart disease (Free)
by Carlos Fernández Oropesa
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