Un estudio afirma que la OMS exagera la letalidad del virus H5N1


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En pleno debate sobre si una variante del virus aviar H5N1 puede ser tan peligrosa como la bomba atómica, un grupo de científicos de EEUU sugiere hoy que todas las cifras que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el virus están equivocadas. Los investigadores, liderados por el jefe de Microbiología del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, Peter Palese, sostienen que la inmensa mayoría de las infecciones por H5N1 han sido débiles y han pasado desapercibidas para la OMS, que admite menos de 600 casos en humanos, con una mortalidad de casi el 60%. Palese y los suyos creen que “millones” de personas han sido infectadas por el virus, sin desarrollar síntomas, por lo que la letalidad del virus estaría sobredimensionada por la OMS en varios órdenes de magnitud.
Estos científicos escépticos publican hoy en la revista Science un metaanálisis de 20 estudios previos que buscaron anticuerpos generados contra el H5N1 en la sangre de más de 12.500 personas. El examen muestra que entre el 1% y el 2% de los participantes en los ensayos presentaba evidencias en su suero sanguíneo de haber sufrido una infección por H5N1 en el pasado. Para los autores, estos datos muestran que “los virus aviares H5N1 pueden causar infecciones leves o subclínicas en humanos que ahora mismo no se tienen en cuenta” por los “estrictos” criterios de la OMS. Los estudios que han analizado los investigadores de EEUU se llevaron a cabo en países con presencia del virus, como China, Camboya, Vietnam, Indonesia y Nigeria. En estos países el virus ha saltado de aves a personas, pero todavía no entre humanos.
La OMS admite menos de 600 casos, con una mortalidad de casi el 60%
Palese es uno de los científicos que han defendido con más vehemencia la publicación de dos estudios sobre variantes de la gripe aviar H5N1 contagiosas entre mamíferos, después de que el Gobierno de EEUU ordenara retenerlos ante el miedo a que facilitaran un atentado terrorista con un supervirus. Lleva meses denunciando que las cifras de mortalidad de la OMS están infladas y que las políticas de actuación a partir de estos números son erróneas.
La tesis de Palese, apoyado en esta guerra por su colega Taia Wang, es que las autoridades médicas no se enteran de los casos leves de gripe aviar en humanos que surgen en aldeas remotas de Vietnam o Nigeria. Sólo les llegan casos muy graves.
No todos los investigadores comparten las ideas de Palese, según explica Juan Ortín, uno de los mayores expertos españoles en gripe. Para este científico, del Centro Nacional de Biotecnología, perteneciente al CSIC, “todo depende de cómo se quiera mirar”. El virus aviar H5N1, explica, no se transmite bien a los humanos, pero cuando esto ocurre la letalidad es muy alta. Esta es la tesis de la OMS.
Los infectados sin síntomas en aldeas remotas pasan desapercibidos
Sin embargo, Palese interpreta los anticuerpos contra el virus en la sangre de cientos de las 12.500 personas analizadas como una señal inequívoca de infección por H5N1. “Sin embargo, si la dosis de virus que recibe la persona es muy baja, se puede interpretar que no llega a infectar”, aunque haya anticuerpos. Lo que para Palese es infección, para la OMS no lo es. “Es un debate de interpretaciones más que de datos, porque no sabemos cómo se han infectado los sero-positivos, si del todo o por un pequeño contacto”, opina Ortín. En cualquier caso, según alertan muchos expertos, aunque no sea tan letal como parece, el H5N1 sigue siendo una amenaza, sobre todo si muta para contagiarse entre personas.

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Circulación Viral – Argentina – Invierno 2011


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“Es un año particularmente intenso”, aseguró el doctor Fernando Polack, de Infant

Fuente: Fabiola Czubaj
LA NACION
Como podrían atestiguar muchos padres de bebes y chicos pequeños, algunos hospitales estuvieron colapsados en los últimos dos meses. Sin camas disponibles para recibir a más pacientes con enfermedades respiratorias del invierno, principalmente con bronquiolitis causada por el virus sincicial respiratorio (VSR).
Es que, según las más de 23.000 muestras tomadas hasta hace tres semanas a pacientes con síntomas sospechosos, ese virus vuelve a instalarse esta temporada como el más prevalente después de la pandemia de gripe A H1N1. Lo siguen un poco más lejos el virus de la parainfluenza y el adenovirus.
Los tres son responsables de más del 90% de los casos de enfermedades respiratorias y sólo el VSR está provocando 8 de cada 10 infecciones respiratorias en menores de 5 años y el 55,3% de las infecciones entre los 5 y los 64 años, según las cifras que presentó ayer el Ministerio de Salud durante el II Simposio Internacional de Inmunizaciones.
“Es un año particularmente intenso para el VSR. Durante el último mes, generó mucho trabajo en los hospitales”, comentó a La Nacion el doctor Fernando Polack, infectólogo reconocido por sus estudios sobre este virus y director de la Fundación Infant. Lo que pasa, explicó, es que “cada cuatro años la población queda expuesta a un brote muy grande de este virus, porque la inmunidad natural empieza a bajar. Entonces, al disminuir las defensas que las mamás les pasan a sus bebes a través de la placenta, nacen chicos muy susceptibles”.
Los dos últimos años más complicados fueron 2003 y 2007. “El VSR produce enfermedad más grave en los menores de 2 años y en los chicos de familias carenciadas por factores medioambientales y de calidad de vida que aún no comprendemos”, agregó. De hecho, desde el 1° de mayo, un equipo de Infant reunió para un estudio a más de 600 menores de 2 años internados con bronquiolitis grave en la zona sur, desde La Plata hasta la ex Casa Cuna. “No hay una vacuna ni la vamos a tener en los próximos 5 o 10 años -dijo-. Lo que los padres deben saber es que el virus infecta al 50% de los menores de 1 año y a todos a los 2 años. Es inevitable.”
Pero lo que sí pueden hacer, además de mantener las medidas de higiene para prevenir las infecciones respiratorias (lavarse las manos, ventilar los ambientes y cubrirse la boca con el brazo al estornudar), es sumar otras dos estrategias efectivas para controlar la enfermedad: amamantar al bebe y no fumar. “La lactancia materna reduce la gravedad de la bronquiolitis”, explicó Polack, y el humo de cigarrillo daña el desarrollo pulmonar fetal.
El VSR se contagia por el estornudo, la tos, los mocos, los besos y las lágrimas. La bronquiolitis provoca tos, mocos, catarro, fiebre, problemas para respirar (con hundimiento del tórax y ruidos en el pecho), cambio del color de los labios o la piel, y dificultad para comer o dormir.
En cuanto al control del resto de los virus circulantes, en especial el de la gripe, la gran debilidad son los grupos de riesgo (personas con enfermedades crónicas, inmunosuprimidos, embarazadas, menores de 2 y mayores de 65).
“La cobertura de la vacunación [contra la gripe y la neumonía] es del 77% en el país”, precisó la doctora Carla Vizzotti, coordinadora del Programa Nacional de Inmunizaciones. Eso incluye al 85% del personal de la salud, más del 65% de las embarazadas, el 65% de los mayores de 65 años y el 55% de los chicos. “Los grupos de riesgo aún están a tiempo de vacunarse -insistió-, ya que la circulación de los virus se extendería hasta septiembre u octubre.”
En tanto, el viceministro de Salud, Máximo Diosque, dijo: “Más allá de que en esta época siempre se congestionan los hospitales, estamos dentro de los límites de seguridad. No hay signos de alarma, pero le pedimos a la población de riesgo que vaya a los hospitales y se vacune”.

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Un virus es un virus



La crisis que estamos viviendo bajo la dictadura del virus A (H1N1) implica peligros, pero puede ser la oportunidad para modificar errores que por tan rutinarios no se discuten.
La idea implantada por la industria farmacológica de que toda enfermedad tiene un remedio creó el hábito de tomar una droga química para cada síntoma.
Los medicamentos para bajar la fiebre son un ejemplo de esa regla que hoy tenemos la oportunidad de cuestionar. La fiebre es un mecanismo de defensa verdaderamente ingenioso. Si no existiera habría que inventarlo y su inventor entraría con honores a la historia de la medicina. La elevación de la temperatura corporal inhibe el crecimiento y la reproducción de organismos infecciosos y es el protagonista principal de una cascada de reacciones inmunitarias celulares. A los virus, que sobreviven y se reproducen cómodamente en ambientes fríos, se les complica la vida cuando la temperatura de la sangre alcanza los 39 grados; su fantástica capacidad de replicación se hace lenta hasta quedar desactivados.
La fiebre no es una enfermedad. La fiebre no hace daño. La fiebre cura. Entonces, ¿por qué los médicos recetan rutinariamente antitérmicos? Un residente de un hospital respondió con una honestidad desarmante:
–Porque existen.
Los antigripales son otra invención farmacológica de uso corriente. Combinan antitérmicos con drogas descongestivas o antialérgicas que coartan la fiebre, la congestión y el malestar general. El paciente hace su vida normal como si no estuviera enfermo. No sólo expone a otras personas al contagio, sino que además está más enfermo que antes porque su organismo sigue a merced del virus, pero ahora está maniatado y amordazado. Su ejército de células defensivas duerme tranquilo en los cuarteles. No corre al sitio de la infección porque la alarma está desactivada. Pido disculpas por la metáfora castrense, pero por dentro las cosas funcionan exactamente así. Una perversión suplementaria son las preparaciones que la publicidad y los envases engañosos venden como “té” para que hasta los no creyentes se traten con paracetamol y fenilefrina cuando creen estar tomando el tecito reconfortante de la abuela.
Una de las oportunidades más interesantes que nos presenta esta crisis es la de regular el uso de los antibióticos, drogas que han cambiado la relación histórica de los humanos con las infecciones por su eficacia contra las bacterias.
A los virus, en cambio, un antibiótico los hace reír a carcajadas. La diferencia formal puede medirse en micromicrones, pero desde el punto de vista biológico es una inmensidad. Comparar un virus con una bacteria es como comparar una moto con una mandarina. Los virus no entran en la categoría de seres vivos como el resto de los gérmenes. Una de las definiciones más precisas dice que son maquinarias programadas para la supervivencia. No son contenedores de ADN diseñados para obligar a las células vivas a perpetuar su información genética. En el camino hacia ese objetivo los virus infectan, invaden y destruyen células y tejidos sanos, mutando y recombinándose para eludir los radares de la inmunidad. Los antivirales no los matan; sólo retrasan su multiplicación. Y su uso indiscriminado puede estimularlos a mutar para hacerse resistentes a los que se están usando en enfermos de gripe A (H1N1).
Sin embargo, todos los argentinos conocemos a alguien que cuando tiene un dolor de garganta o una gripe va a la farmacia, elige al azar un antibiótico y lo toma como le parece. Esa persona está poniendo en peligro su propia inmunidad y por un efecto de ruleta rusa darwiniana, la de todo el género humano. Los pacientes no tienen la obligación de saber que los antibióticos sólo actúan sobre las bacterias (tampoco todos sobre todas ellas) y que su mal uso puede crear un microorganismo resistente a todos los antibióticos conocidos. Los pacientes saben lo que la publicidad y sus médicos les enseñan. Y demasiados médicos recetan antibióticos cuando son innecesarios. Los testimonios de personas infectadas por el nuevo virus confirman conductas médicas injustificables: “Le dieron un antibiótico, después otro y otro, hasta que al fin se dieron cuenta de que lo que tenía era viral”. La única explicación posible para esto la dio un joven clínico en un ateneo:
–Si viene con una gripe y no le receto el antibiótico más caro, ese paciente cree que no sé nada y no vuelve más.
Estas aberraciones médicas sólo ocurren porque el sistema de salud las avala con el consentimiento o con el silencio. La venta libre de antibióticos es un mensaje. Su venta bajo receta haría comprender a los pacientes que no son drogas inocuas y obligaría a los profesionales a hacerse cargo de la responsabilidad de indicarlos con fundamento científico.