En memoria


JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países,

cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias,

de un pasado sin duda heroico,

de derechos, de agravios, de una mitología peculiar,

de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos

y de símbolos.

Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil;

Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó

Father Brown.

Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad,

que le había sido revelado en una aula de la calle

Viamonte.

Hubieran sido amigos,

pero se vieron una sola vez cara a cara,

en unas islas demasiado famosas,

y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos.

La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo

que no podemos entender.

Jorge Luis Borges, 1985.

Gracias a los que gritaron Zapucay a fines de Mayo de hace 26 años. Los que quedaron en Ganso Verde, a los enemigos que no pudimos odiar, a los amigos que supimos amar. A los chicos de Rosario, y a los de La Plata que defendieron ese Monte con un coraje inaugurado.

La patria son ellos. No es un lugar.

Son momentos, son caras, son palabras…..que se dicen o se callan, pero que gritan fuerte dentro de uno. La victoria no es otra que la paz. Y el dolor cada uno de los que cayeron, los chicos del crucero, los que van muriendo cada dia por miseria, por olvido.

Porque hoy no es feriado, sino un dia para hacer de este país un lugar para todos los hombres y mujeres que quieran habitarlo en paz.

El recuerdo también al “enemigo”, que tampoco entendia que estaba haciendo allá.

Quienes también murieron lejos de los suyos, sabiendo apenas el lugar de la tierra donde estaban. Porque todos fuimos Juan Lopez, y aprendimos junto a John Ward.

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